Hoy hace un año que mi vida empezó a cambiar.
Y si, nuestra vida cambia día a día, pero a veces hay eventos que le dan un giro marcado y tu cabeza cambia. Toda tú cambias.
Un día como hay hace un año… yo iba con mi última tirada a los dados a jugar al azar de ser madre. Después de tantos intentos, cada uno con sus ilusiones, pasiones, desesperanzas , frustraciones, terrores…
Ya lo tenía decidido sería la última vez y mi vida cambiaría invariablemente.
Soy sincera, tenía asumido el dolor y puesta ya mis ilusiones en otro plan de vida que también me hacía ilusión. Sabía que quizás eso costaría, pero cambiar, lo que es cambiar, mi vida cambiaría.
Así que allá fui. Con el corazoncito entre algodones. No hubieron canciones, solo silencios incómodos y un aguante de emoción.
Y es que caer de una cima de ilusiones es increíblemente doloroso, por eso llevaba paracaídas, colchones en el suelo, casco, plumas inventadas, rodilleras, coderas, y todo cuanta protección podía ponerme.
Eso sí, cambié de cábalas: otras manos, otras compañías, hasta aleje a alguien importante para mi.
Cogida de la mano me aferré a una esperanza.
Pasaron los días, se hicieron semanas, se dió el positivo y mi corazón entero seguía protegidito en montañas de algodones, y mi cabeza con una muralla de acero para que no salieran las ilusiones demasiado lejos.
No sabía que mientras yo dormía sedada ya llevaba 2 pequeñas ilusiones dentro.
Pasaron las semanas, y se hizo el mes…pero todo eso ya lo habíamos pasado otras veces. No podía permitirme el lujo subir al Everest de la felicidad, quedaban más pruebas, más pasos… cada uno de los días que siguieron viví en la división de mi ser por cuidarme sin ilusionarme y sin contarlo….
Vivir el proceso es duro, porque indudablemente necesitas un abrazo, necesitas de esos amigos que te mimen, que se crean que todo saldrá bien, y que se haga realidad.
Tuvieron que pasar 5 meses! 5!! Para ser consciente que esta vez parecía que si iba a ser realidad. En realidad para darme a mi misma permiso de alegrarme, de ilusionarme.
Los cariños de la familia, el verse a través de los ojos de quienes te quieren hicieron que poco a poco tuviese conciencia de que llevaba una barriga más grande que un balón de baloncesto.
Ahora tumbada, escucho ese respirar suave mi cama la ocupas casi entera. Somos solo dos, pero pensaremos en el que se quedó con cariño. Te escucho, te siento…. Y pienso en estos 365 días que han pasado y como día a día hemos ido cambiando ambas. Y me imagino en todo lo que nos queda por seguir cambiando y creciendo juntas.
Te quiero peque.